Poblaciones de 270 personas. Paisajes de ensueño. Y el punto en común es que resultan algunos de los lugares más entrañables que existen en el Planeta Tierra. 

Coordenadas que desafían los destinos convencionales y sumergen a cualquier viajero en un viaje a puro descubrimiento. Desde castillos que desafían la gravedad, hasta pintorescas aldeas donde la población apenas supera el puñado de almas, y misteriosas islas que guardan en sus costas los secretos de tiempos remotos. En esta travesía, desenterraremos maravillas que pocos se atreven a explorar y desvelaremos historias que cautivarán nuestra imaginación. Caminos menos transitados que respetan la premisa de paisajes alucinantes pero con una cuota de singularidades únicas. 

1. Tristán de Acuña, Reino Unido

Una población de menos de 270 personas, suficiente como para figurar en el libro de récords más famoso de todos: el Guinness. Este archipiélago británico en el Atlántico Sur (a 3360 kilómetros de Sudamérica y a 2816 kilómetros de Sudáfrica) es uno de los lugares habitados más remotos del mundo. La isla está rodeada por imponentes acantilados que dificultan su acceso y la comunidad más cercana se encuentra a más de 2000 kilómetros de distancia. ¿Cómo llegar? Complejo: únicamente se puede arribar en barco. Pero el periplo vale la pena porque la naturaleza es protagonista en este recóndito lugar en pleno océano. El dato curioso, al margen de la cantidad de habitantes, es que hay únicamente ocho apellidos que conforman 80 familias.

2. Isla de Pascua, Chile

Un enigma que hasta el día de la fecha carece de explicación: los moáis. Más de 100 esculturas talladas en piedra y con forma humana son testigos de unas panorámicas mágicas, pero nadie entiende cómo llegaron adonde están ni su exuberante tamaño. Algunas llegan a pesar 80 toneladas y miden entre uno y diez metros de alto. La clásica foto conocida es la de las cabezas y torsos humanos que están sobre la superficie, pero arqueólogos afirman que el resto del cuerpo se encuentra bajo tierra. La leyenda cuenta que son una representación de los ancestros que habitaban en la isla. 

3. Whittier, Alaska

Supo ser una base militar estadounidense y hoy se convirtió en una ciudad aislada del mundo a la cual solo se accede por dos formas: vía marítima o a través de un túnel de 4 kilómetros de largo. El aislamiento es tal que, para dimensionar, no hubo ningún caso de COVID 19 en la pandemia. Además de los paisajes de inmensurable belleza que regala, donde las montañas nevadas son protagonistas, la mayor curiosidad de Whittier reside en el concepto de que el 95% de su población vive en el mismo edificio. Las Begich Towers alojan a 318 personas durante todo el año y fueron sede militar durante la Guerra Fría. En su interior conviven un mercado para comprar provisiones, una iglesia, un colegio, un gimnasio, el correo y la clínica. 

4. Castillo de Predjama, Eslovenia

Una edificación del siglo XVI ensamblada en un precipicio de 123 metros de altura. El Castillo de Predjama es el más grande del mundo construido en una cueva, y el escenario que lo rodea es de otro planeta: piedra caliza, montaña y mucho verde. Para entrar se transita por un puente levadizo que termina de poner al visitante en tema. El interior medieval respeta detalles y alberga desde salas de tortura, pasando por grandes comedores, dormitorios, terrazas, áticos y más. Justo debajo del imponente castillo se despliega una cueva que se extiende a lo largo de 14 kilómetros, la segunda en longitud después del complejo de Postojna. Aunque esta vasta gruta carece de las comodidades turísticas convencionales, durante los meses veraniegos existe la posibilidad de explorarla. Sin embargo, es un requisito esencial contar con el equipo de espeleología adecuado, acompañado de linternas y bajo la tutela de un guía especializado. 

5. Isla de Hashima, Japón

Un lugar abandonado de más de 6 hectáreas que funcionó como un pueblo minero hacia fines del siglo XIX. En el sur de Japón, a 15 kilómetros de la prefectura de Nagasaki, se encuentra esta isla testigo del auge industrial de Japón. En la década de los sesenta más de 5600 habitantes vivían en su interior, todos dedicados a una actividad vinculada a la minería de carbón. Pero, 14 años después, se acabaron los recursos y la isla comenzó a ser lo que es hoy en día: un lugar fantasma ideal para fotógrafos y exploradores urbanos. 

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